El síndrome de entrar en las
puertas abiertas es una enfermedad que nos aqueja, principalmente a mí (Seba)
desde que comenzamos este viaje. Uno podría llegar a pensar que es divertido o
inclusive un chiste el hecho de que ante cada puerta abierta tenga el
irrefrenable impulso de atravesar ese marco, o al menos pispear qué se esconde
detrás de esa apertura que me llama como si fuese un ratoncito escuchando el
dulce sonido del flautista de Hamelin. Así sea en un edificio histórico en Veliko
Tarnovo, en la ciudad amurallada de Dubrovnik o en una mezquita de Estambul. Si
para llegar tenemos que subir cien escalones o meternos en un túnel no importa,
hay que ver qué hay porque en cada rincón se puede esconder lo mejor, la
frutilla del postre de cada ciudad. Probablemente uno de los culpables de esta
enfermedad sea Gerardo, mi papá, que cuando nos íbamos de vacaciones le gustaba
meterse en los caminos sin carteles, husmear en los pueblos sin shoppings. Esa
sana costumbre él la justificaba con que “si no estamos apurados, podemos
entrar a mirar” y así paseábamos por callecitas embarradas en provincia de Buenos
Aires o pueblos fuera del mapa tanto en el norte como en el sur argentino. Si
había tiempo había libertad de meterse a echar un vistazo. Por suerte hoy me siento con
los minutos suficientes como para que cada puerta sea una oportunidad nueva de descubrir. Además cuento con la fortuna
necesaria de que mi invalorable e irremplazable compañera me aguanta en todas,
y cuando se vislumbra el otro lado en algún marco, ella es la primera en decirme “dale,
vamos”.
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Castillo de Buda - una de las principales atracciones para el turismo claramente |
Habiendo
dejado uno de los países que nos dejó mejores recuerdos como Rumanía, llegamos
a Budapest, la ciudad más famosa y más habitada de Hungría. De las pocas cosas
que sabíamos de la ciudad es que había sido centro del Impero Austrohúngaro y
que hace no muchos años había dejado atrás un gobierno comunista para
insertarse en la controversial Unión Europea. Los muros de las ciudades nos
hablan, como dijo Rodolfo Walsh: “las paredes son las imprentas del pueblo”. En
algún momento contaremos como la gente mayor en general sigue sosteniendo que
el antiguo gobierno era mejor para la gente, mientras que una buena parte de
los “jóvenes” (de 25 a 40 años con los que tuvimos contacto) critica el pasado
de su tierra y prefiere una “apertura al mundo”. No vamos a hacer juicios ni
análisis sociológicos ni políticos (ya que son nuestras carreras) porque la
idea es que acá contamos nuestro viaje nomá. Además ya vamos a tener que hacer
un trabajo de investigación en Dinamarca jaja no queremos arrancar desde ahora.
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En una de las torres del castillo, tranqui eh |
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La cúpula del Parlamento, miren los detalles
la rompe. La foto del edificio completo en 3,2,1... |
Así es
que llegamos a Budapest, donde la moneda vigente es el florín húngaro y la
primavera es lluviosa como La Pampa en verano. Ésta gran metrópoli se
constituyó como ciudad unificada en el 1873 porque anteriormente se las
distinguía como Buda (u Obuda) y Pest, una a un lado del río Danubio y la otra
al otro. En la parte de Buda se encuentra la gran ciudad amurallada donde yace
el antiguo castillo, junto a la Catedral y las antiguas construcciones de
nobles. Desde estas fortificaciones se puede observar con una hermosa
panorámica el vistoso Parlamento, al otro lado del río, en Pest. Más de un
millón y medio de personas transitan diariamente de un lado al otro del río,
pero extrañamente no hay caos vehicular.
Párrafo
aparte entonces. Me imagino que usted estimado lector, se debe preguntar a
menudo “¿Cómo será (escriba aquí cualquier ciudad europea)?”. Todas tienen una
característica bastante singular que nos llama muchísimo la atención,
principalmente por el contraste que representa con las ciudades
latinoamericanas que conocemos, y es el transporte público. Más o menos lujoso,
en todas las ciudades funciona bien y no se viaja apretado. Si bien sale
carísimo son servicios estatales, y en la gran mayoría de las ciudades funciona muy bien el TRANVIA. Este medio que en Argentina está olvidado
y se piensa en él como una antigüedad es factor fundamental para que los medios
de transporte no colapsen en estas ciudades atestadas de gente (Budapest tiene
sólo 1,7 millones de habitantes, Buenos Aires 3, es cierto. Pero Estambul tiene
14 millones de habitantes y Atenas 3,5; y la situación es la misma que en el
resto de Europa,). En fin, nos parece sumamente llamativo como el tranvía (que
en algunas citys se convierte en subterráneo, teniendo tramos bajo tierra y
volviendo a salir luego a la superficie) hace las delicias de la puntualidad y el
transporte masivo citadino.
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Cero!!! Y si, es realmente bonito. El Danubio le besa los pies a este Parlamento de estilo gótico, como Batman (?) |
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Foton de Flor - Palomas húngaras (?) |
Para
finalizar con la capital húngara, si algún día tienen la suerte de visitarla,
denle mayor importancia a la isla Margarita (se llega en tranvía, no es una
excursión especial ni nada) que es un grandísimo espacio verde en medio del
Danubio con muchas fuentes de aguas danzantes y árboles para dormir la siesta
jajaja También nos encantó el parque Vajdahunyad al norte de la ciudad,
que posee una pequeña fortificación medieval muy bonita (de donde el parque toma prestado el nombre) rodeada de un laguito.
Dos escapes de naturaleza en medio de una ciudad histórica que hacen muy buena
combinación.
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La Iglesia Matías, posta, no es de San Marco ni San Pedro - dentro del Castillo de Buda |
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Hermoso collage de Flor de nuestra visita a Budapest. La foto más grande es en Isla Margarita |
Partimos
de Budapest mojados después de tres días de lluvia casi continua camino a
Bratislava, el toque y me voy que le íbamos a dar a Eslovaquia. Este país nos
gustaría conocerlo “bien bien” en el futuro, pero en este viaje solo pasamos
unos días (¡y qué días!) en la capital, que está sumamente al oeste. Si ven un
mapa pareciera que Austria y Eslovaquia se dan un beso, considerando que sus
bocas son sus capitales. En Bratislava nos esperaban Jan y Mirko, una pareja de
couchsurfers que desde un primer momento fueron amables. Si tuviésemos un top 5
de gente que nos hospedó (que no tenemos, claro (?), claro), ésta pareja de
muchachos pelea los primeros dos o tres puestos. Nos trataron de maravillas y
conversamos de muchísimas cosas, entre ellas Jan nos contó que él pelea por el
matrimonio igualitario en su país, pero se queja de que la iglesia tiene más
peso que el gobierno sobre todo porque en los países limítrofes sí tienen algún
tipo de legislación. Su preocupación pasa por que si a alguno le pasa algo,
para el Estado ellos son flatmates (compañeros de piso) y nada más.
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Casa presidencial en Bratislava |
Nos
dieron un cuarto para nosotros, pudimos lavar la ropa y nos sentimos muy bien
tratados todo el tiempo, siempre con respeto y con conversaciones muy copadas
sobre historia, el tango, el amor, las mascotas entre muchas otras. Resulta que
Jan es ciclista y le gusta recorrer distintos lugares con su bici, lo que nos
dio una genial idea que más adelante les contaremos. Bueno, no nos hacemos más los difíciles y les contamos ahora,
posiblemente desde Dinamarca sigamos con bicis para recorrer bien Escandinavia,
pero no está confirmado jaja Aguante cambiar de planes todo el tiempo. Tengo
que dedicarle una pequeña pero no menos importante mención a Camil, el perro
(un basset) del que Flor se enamoró y le hizo extrañar menos a Zeus (su perro), al menos
momentáneamente.
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Gottwaldovo Namestie, histórica plaza de la Eslovaquia comunista - Seba chiquito al lado del monumento |
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Bratislava for Everyone, es el festival que se daba en la ciudad cuando la visitamos. Muy folclórico, muy bueno de ver |
Bratislava
como ciudad es una puerta al primer mundo, una preparación de lo que puede
venir en los países venideros: todo funciona a punto de parecer irreal,
desde la gente con todos sus modales y sus conversaciones hablando bajito hasta
los semáforos con el botoncito para que pasen los peatones, la limpieza, las
reglas… los precios. Todo. Es muy bonito recorrer el centro histórico de la
ciudad que cuenta que con una gran cantidad de estatuas “casuales” en la calle
(como se ven en las fotos, la ciudad es una pequeña cuna cultural), lo que hace
que pasear por la ciudad sea entretenido a pesar de la lluvia, y obviamente se
destaca el Castillo de Bratislava del siglo XV, que se puede recorrer de forma
gratuita (excepto el museo) y es una construcción realmente impactante, además
que desde arriba se puede observar toda la ciudad. No hace falta decir que
tanto en Budapest como Bratislava me metí en toda puerta abierta que encontré,
inclusive en el castillo de esta última, por mirón pude ver un poquito del
“tesoro” de la fortificación, algo que no sé si esta permitido.
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Típica y famosisima boca-calle de Bratislava. Tienen estatuas adornando sus veredas por toda la ciudad |
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Camil - El Basset de Jan que enamoró a Flor |
En el
caso de esta ciudad eslovaca nos quedamos con la gran sensación que nos dejaron
nuestros anfitriones, con la promesa de volver a vernos. Así nos vamos para
Austria, con el ojo puesto en Salzburgo, en recorrer toda esa hermosa región de
cuento.
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Un poco de esto trataba este post. De las puertas
abiertas. Acá entrando en el tesoro del
Castillo de Bratislava... |
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Foto sacada desde adentro
del Castillo de Bratislava. La espada
en alto no es de San Martín |
Un abrazo grande a todos los que leyeron hasta acá, nos llena de fuerza saber que hay alguien del otro lado que sigue nuestros pasos, que nuestras huellas pueden llegar a gustarle a otro.
Hola chicos, venia atrasada con las lecturas..estaba con parciales!
ResponderEliminarMuy lindo este post, las fotos hermosas como siempre.
Cariños