En este poco tiempo de viaje (o mucho, según los ojos de
quien lo vea) hemos visitado desde pequeños pueblos a grandes ciudades
capitales, pasando también por las que se encuentran en el medio de esa escala
tan subjetiva pero real. Charly García hizo una canción (ma´que canción TEMAZO)
que habla de la “grasa de las capitales”, de ese humo contaminante que
sobrevuela las grandes metrópolis que además de infectarte los pulmones te
machaca el cerebro, alienándote y convirtiéndote en “uno más”, en alguien
impersonal que se parece a todos menos a vos mismo. Y es que en este tramo de
viaje hemos aprendido que en las grandes ciudades la gente se comporta más o
menos parecida en todos lados, sea Roma, Tirana o Sofía, todos comparten mismos
“patrones” que no hace falta hacer referencia, porque usted lector, seguramente
sabe de lo que hablo. Sin embargo nos hemos topado con muy buena gente en estas
capitales, con bichos raros que están abiertos a pensar distinto que la última
moda. Es cierto que nos sentimos más cómodos en los pueblos chicos, donde las
costumbres del lugar las aprendemos mirando a la gente en la calle o
conversando con locales, en lugar de tener que estar espiando por la rendija
que te dejan entrever los negocios de Vodafone y Mc Donalds para descubrir cuál
es la comida típica de un lugar. Sea como sea, en este viaje de mochila con
fecha de vencimiento (ya se que faltan muchos meses más, pero esto se pasa
volando), las capitales son importantes porque mucha gente va y viene de ellas,
lo que nos proporciona un primer paso en cada país como para después apuntar
hacía el punto que más nos entusiasme del mapa.
En las plazas/parques de Bucarest - El banco atestigua nuestra ubicación |
El camionero turco nos dejó a
unos pocos kilómetros del centro de Bucarest donde nos esperaba una habitación
que habíamos alquilado por dos noches para pasar nuestro segundo aniversario de
novios juntos, y no en la casa de terceros. Además de viajeros somos novios y
¡nos queremos mucho! un poco de intimidad no viene mal che jaja. Quiero hacer
un breve comentario sobre la habitación que alquilamos mediante Airbnb a solo
15 eurocitos la noche, parecía sacada del Hobbit, me tenía que agachar cada vez
que pasaba por una puerta (el marco me llegaba a la nariz) y no entraba en la
ducha parado. No sea mal pensado lector ¿Cómo no me voy a duchar? No soy tan
sucio (?) Me duché sentado y me golpeé la cabeza 8 veces contra el techo de
cemento en las cincuenta horas que estuvimos hospedados.
Pasamos unos días muy interesante
en Bucarest, la París del Este, donde conocimos el Arco del Triunfo rumano que conmemora la independencia de Rumanía, los grandes parques (pero grandes de verdad, 8 cuadras de verde… en varios puntos de la ciudad) y el segundo edificio más grande
del mundo, el Parlamento rumano (el más grande es el Pentágono) que no nos
entraba en la foto. Si Sofía era una capital limpia y ordenada, Bucarest es
igual pero cuatro veces más grande. Si hay algo que nos enamoran de estas
capitales del Este europeo son sus parques llenos de niños y animales,
con mucho verde y sombra de los árboles que invitan a tomar mate. Por el
momento los rumanos no se avivaron del mate.
Felices de conocer el Parlamento rumano :) |
Hasta el momento veníamos
haciendo dedo con muy buen promedio de tiempo y experiencias más que positivas
pero en Rumanía nos encontramos con algo que no teníamos en mente: los trenes
son super baratos y funcionan muy bien. Como ferroviarios que somos no pudimos
escapar a la tentación de probar el servicio cuando nos dirigíamos a Brasov (se
pronuncia Brashov), en Transilvania, y nos encontramos con una empresa del
Estado que si bien no exhibe lujos en sus formaciones (son simples y quizás un
poco viejas) cumple con una excelente frecuencia, puntualidad, comodidad y conecta prácticamente todo el país. Con los rumanos que hablamos nos expresaron su
contento con la empresa CFR, probablemente sea un ejemplo a seguir.
La pequeña mantiene el equilibrio en su motito Típica situación en los parques de Bucarest, media tarde |
El tren llegando a la estación Siempre puntual |
Así es que nos dirigimos a conocer
el castillo de Dracula y el castillo de Peles, mucho menos conocido pero
realmente muy bonito. Estuvimos en la ciudad de Brasov, que si queres conocer
Transilvania es estratégicamente ideal porque queda cerca de un montón de
pueblitos que hacen que la región parezca sacada de un cuento. En realidad,
visitar esta zona te hace entender porque tantos escritores y artistas en
general se ven inspirados en estos pueblos, los techos de las casas de tejas
redondeadas y pintadas, las pequeñas torrecitas en punta haciendo juego con los
arboles nevados que se elevan en pequeñas montañas que pierden sus picos entre
esa niebla eterna me hizo trasladar inmediatamente a las líneas que escribió
Bram Stoker en sus descripciones de Transilvania, en Dracula.
Una pregunta
típica de familiares o de las personas que vamos conociendo en el viaje es que
lugar nos gustó más y en ese sentido tenemos varios lugares que nos encantaron
de maneras diferentes. Pero por ejemplo nunca podríamos vivir en Estambul por
su caos constante, similar que el de Roma, pero Transilvania es una invitación
a tener una casa de madera en la colina, cerca del bosque, con la paz de esos
pueblitos tranquilos que pareciera que la gente duerme la siesta las
veinticuatro horas del día, pero que los servicios llegan con total normalidad
y el tren pasa a cada hora conectándote con el resto del país. Es que a excepción de Bucarest el resto del país es bastante homogéneo, poblados o ciudades
tranquilas, rodeadas de montañas y bosques, construcciones encantadoras y buena
gente. Rumanía es un país bastante pobre dentro de la UE, sin embargo no
tuvimos ningún inconveniente ni siquiera la noche que nos íbamos a Sighisoara
que dormimos en la estación de tren para ahorrarnos unos pesos.
El Castillo de Bran, el de Dracula. La nieve y la niebla cooperan para que la visita sea con el misterio que se merece |
El Castillo de Bran desde su patio interior |
Antes de hablar de Sighisoara les
cuento un poco de Brasov. Es una de las ciudades más grandes de Transilvania,
rodeada de montañas y con un centro histórico muy lindo. Cuenta con una hermosa
iglesia llamada Black Church (iglesia negra), que efectivamente los colores de
sus paredes externas hacen honor a su nombre, y un casco histórico medieval que
en un día de caminata tranquila se recorre. A veinte minutos de colectivo de
línea se llega al castillo de Bran, el de Dracula. La ciudad entera está copada
de merchandising del famoso vampiro, todo gira en torno al mito y al
personaje creado por el escritor irlandés. El castillo en sí es genial, se ingresa a los jardines principales y la construcción se encuentra elevada, por
lo que todo el paseo previo antes de llegar a las puertas es un saboreo de lo
que se viene, siempre rodeado de árboles y casas con pasto en el techo (posta,
tan verde es). A pesar que en las afueras todos los puestos están super
enfocados a Dracula, el interior del castillo no hace tanta referencia a éste
sino al linaje rumano que realmente vivió en el palacio fortificado. Apenas una
habitación cuenta sobre los vampiros (donde inexplicablemente hablan del
“chupacabra” jaja) y la novela de Stoker.
Paseando por Brasov - Díganme que no es una ciudad genial |
También visitamos el castillo
Peles, en Sinaia, otro pueblo de ensueño. Este tiene una construcción
mucho más llamativa, es más pintoresco, también se encuentra rodeado de bosques
y un arroyo. Si bien no tiene la publicidad que tiene el de Dracula, el
castillo de Peles es una visita obligada en la región. En las fotos se puede
apreciar genial.
Coqueto Castillo de Peles, rodeado de bosques y montañas nevadas |
Horizontes de Transilvania |
Como conté anteriormente, pasamos
la última noche durmiendo en la estación de tren y salimos a Sighisoara, un municipio de menos de diez mil habitantes pero conocido por su casco histórico.
Tuvimos la suerte que uno de esos pocos locales decidiera hospedarnos, así que
dormimos en la casa de Mark y Raluca (ambos rumanos) junto a Razvanel, su hijito
de 3 años. En este rincón de Rumanía nos reenamoramos de Transilvania por sus bosques y
las construcciones de tejas coloridas. Mark tiene un negocio donde vende
souvenirs, pero no los comunes imanes para la heladera sino que talla sus
propias cucharas de madera (típicas del país) y les explica a los turistas
que significado tiene cada una. También vende otras artesanías varias y todas tienen una historia. La verdad que le va muy bien, a la gente le gusta
llevarse algo de un lugar con la historia del objeto escrito en la bolsa. En
Sighisoara nació Vlad Tepes, el personaje que le dio fama a Transilvania
gracias a Dracula, y eso hace que se acerquen turistas a apreciar el casco
histórico fortificado en la colina. Sin embargo a las cinco de la tarde el lugar se vuelve una seda, se escuchan los pajaritos y los vecinos salen a
caminar por los bosques. No es joda ni estamos inventando esto para enamorarlos
de Transilvania. Es así. Salen casi todos los días a caminar por los bosques.
Foton de Flor - El reloj en la torre, barrio viejo de Sighisoara |
Lo lindo de estar en los pueblitos es que podemos parar a sacarnos fotos y así y todo, no pasa nadie |
De este pueblo nos vamos para
Budapest, la capital de Hungría, que alguna vez fue centro del Imperio
Austrohúngaro. Volvemos a dirigirnos a una capital después de una experiencia
inolvidable en la bella y poco reconocida Transilvania. Por suerte en Sighisoara nos pudimos escapar por unos días de esa "grasa de las capitales que cubre tu corazón", como dijo
Charly.
Muchas gracias por leernos
Foto simétrica en Sighisoara - El merchandising de Transilvania al palo |
La ultima foto parece la boca!! Excepto que en vez de Gardel esta Dracula jaja
ResponderEliminarSaludos chicos
jajajajaa... sabes que varias personas nos dijeron lo mismo? se ve que ver casas de colores nos hace pensar en la boca :P
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